¡Qué cosas raras pasan en los hospitales! Mientras escapaba de la enfermera que me corría con la chata en la mano, observo hacia mi derecha una sala identificada con un cartel rojo fosforescente, cuya luz era intermitente y que indicaba: "Pacientes adictos al sexo - Reservado".
Desoyendo el refrán que sostiene que la curiosidad mata al hombre y embaraza a la mujer, me interesó la cuestión e ingresé allí para esconderme. ¡Otra que "Emergencias médicas"! Lo que vi nada tenía que envidiarle a las películas porno que alquila mi hermano.
Como en esta página no existe la censura, les voy a contar lo que observé. En la cama N° 1 había un tipo masturbándose; me hizo acordar a aquella vez que mamá se metió en el baño y descubrió a Tomás en plena sesión de onanismo ... y lo reprendió. Lo genial fue la salida de mi hermano que se justificó, respondiéndole: "¿No ves que me estoy duchando? Además, ¿qué te metés? ¡Cada uno se enjabona a la velocidad que quiere!".
Vuelvo al tema. En la cama N° 2 una enfermera le practicaba sexo oral a otro paciente. ¡Qué locura! - pensé... mientras mi cabeza giraba para todos lados como la de una lechuza para no perderme nada. Estaba tan entretenido con estas escenas de sexo explícito que me descuidé y mi perseguidora me atrapó. Yo creí que iba a pegarme como hace mi mamá cuando hago una macana. Pero no. Parece que la vida en los hospitales públicos se rige por otros códigos. Ella, al contrario de lo esperable, con una voz suave y melosa, me susurró al oído:
- "¿Querés que te ayude a descargar los riñones, papito?"
Ahora que lo pienso fríamente, creo que malinterpreté sus palabras. Me asusté pues supuse que me iba a someter a algún tipo de tortura inventada por los "Goebels" del PRO. La cosa fue que, aprovechando que a la enfermera se le trabó el cierre de mi pantalón mientras pretendía
arrebatármelos, salí "a los pedos" medio desnudo por los pasillos.
Ustedes no van a creer la suerte que tuve. No se si habrá sido por la sonoridad de mis flautulencias, que rompían el "silencio stampa" del lugar como diría Basile, o porque mi traste ya estaba preparado, pero inesperádamente apareció un corpulento enfermero que me aplicó la vacuna que precisaba para completar mi carnet para el cole.
De esta manera terminó mi odisea en el Ramos Mejía.
Entonces fui a buscar a mi papá a la guardia, tenía el N° 578 para ser atendidos, y nos retiramos. Debido a que por mi propia cuenta conseguí acortar el tiempo de espera,
él me compró un helado de $ 10.- Mientras lo "chupaba", perdón, es que todavía estoy sugestionado por lo que vi, digo que mientras"saboreaba" el helado, dudaba entre preguntarle o no a mi padre acerca del significado de esas extrañas conductas dentro de la sala de pacientes sexuales.
Al final le expliqué todo lo que observé y papá, con gran naturalidad como si para él el sexo fuera una cosa de todos los días, me explicó:
- "Hay gente que sufre un trastorno que consiste en la imperiosa necesidad de tener sexo a cada rato. La diferencia dada en el tratamiento es que seguramente el de la cama N° 1 no debería tener obra social, y el de la cama N° 2 pertenecería al gremio de Moyano".
Tras su respuesta, "acabó", perdón otra vez, digo "terminó" la conversación.
Mientras caminábamos hacia casa, no pude dejar de recordar las escenas eróticas y fantasear:
¿cómo sería la atención de estos pobres pacientes en una clínica privada? Así que, por ahora, no me puedo concentrar para finalizar de contarles mis experiencias en un hospital. Necesito encerrarme un rato en el baño ...Les prometo que, si me recupero, mañana la seguimos.
Creo, digo, me imagino, que te olvidaste la
ResponderEliminarparte cuando entraste por equivocación a la
sala de enfermería, donde estaban cinco me-
dicos con cinco enfermeras haciendo la chan-
chada, y vos como no sabias que decir, pre-
guntaste que hora es?, y te respondieron:
las cinco clavadas.
Una pavada, es viejo, pero siempre la gente
se va renovando.
Saludos!
Roberto: está muy bueno el chiste y en verdad no lo conocía.
ResponderEliminarTe cuento otro: Kikito escucha a través de las paredes el diálogo entre un hombre y una mujer:
- "¿De quién es esta piernita?"
- "¡Ay! ¿Y de quién es esta manito?"
- "¡Hummm!"
Caliente como panza de asador, el niño traspone la puerta, y observa que un médico le dice a una colega:
- "¡Será posible! Desde que Macri nos dejó sin presupuesto, ¡esta morgue es un kilombo!"
La enfermera le dice al cirujano, ohh, doctor!!!, no apoye fuerte el bisturí que es la tercera mesa que arruina.
ResponderEliminarMiguel