martes, 20 de diciembre de 2011

¡¡¡ A CONSUMIR QUE SE ACABA EL MUNDO !!!



Ingresamos al último mes del año que se caracteriza por estar lleno de festejos a lo Clemente: tirando papelitos. Los empleados aprovechan para arrojar por la ventana los papeles de su oficina, los patrones para esconder sus "papeles verdes" bajo el colchón o mandarlos al exterior, los estudiantes para hacer añicos sus apuntes y los polìticos para hacer desaparecer los "sobres" que recibieron bajo la mesa.
Y hablando de papeles, billetes y despilfarro, por culpa del aguinaldo, los subsidios, del aumento a los jubilados y, sobre todo, "al viento de cola" que favorece a nuestra economía, la gente anda con guita en el bolsillo ... y le agarra la fiebre consumista.
Algunas mamás, como la mía, son tan fanáticas de las compras que, aunque no tengan dinero, igual salen de recorrida por los negocios. Por ejemplo, a ella le encanta entrar a los locales y quedarse largo tiempo revolviendo todo lo que encuentra a su paso. Y a lo último, para disimular, es capaz de meterse en el probador y hacer comentarios como: "¡Ay, me parece que me va chico!", o esgrimir cualquier otra excusa ya que, lógicamente, no tenía pensado comprar nada. Y a la pobre vendedora le deja el mostrador con un revoltijo peor que el que hubiera dejado si entraba el grupo GEO.
¡Y ni les cuento lo que sucede cuando mamá sale con plata! Se pone tan exigente que para mí que se cree que las tiendas son santuarios milagrosos. Si, por ejemplo, va a comprarse un pantalón, pretende cosas tales como: "¡Qué no me haga la cola chata!", "¡què no me marque los rollitos!" o "¡qué no me haga panza!".
A diferencia de mamá, a papá no le gusta salir de shopping. Y si lo hace, por lo general, ya va con la idea de comprarse algo que vio puesto en el maniquí de la vidriera. Lo compra, a veces ni se lo prueba, lo paga y se lo lleva. Está siempre apurado por irse como bombero con dos incendios.
Y ni que hablar de tener que regresar a cambiar lo que adquirió, o porque no le va o porque tiene un defecto. Ocurre lo contrario que con las mujeres que no llevan nada de un negocio si no lo pueden devolver; para los papás esta es una misión imposible. ¡Bastante les costó decidirse a ir a comprar algo, como para pretender que retornen a hacer un cambio!
Sin embargo, parece que no se puede generalizar pues no todos los señores son inexpertos en el arte de adquirir ropa. Recuerdo que una vez acompañé a mi papá a comprar un regalo para mami. A papá se le ocurrió obsequiarle un conjunto de corpiño y bombacha. Cuando le solicita estas prendas a la vendedora de la lencería, ésta le
pregunta: "¿Es para su señora o le traigo algo más fino?". por lo tanto, se ve que hay hombres que no tienen ningún prurito en comprarse ropa para sí o para sus amiguitas. Es más, creo que en esos casos, por culpa de un bretel te podés meter en un brete.
En conclusiòn, podría decir que los hombres son más rudimentario pues sólo usan calzoncillo y camiseta. En cambio, las mujeres, usan corpiño, bombacha, body, ligas, portaligas, enaguas, faja, corsé, etc. ¡Lo que demuestra que ellas tienen mucha más vida interior!
Y, aunque nunca las vi en paños menores, se de su riqueza interior, por eso las personas que yo más quiero son mujeres: mi mamá, mi novia Magalí, mi seño Roxana y mi presi Cristina.

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