sábado, 9 de enero de 2010

EL QUE MATA TIENE QUE MORIR

Mientras mamá miraba como Susana Giménez, "muy suelta de cuerpo", con perdón de la mala comparación, manifestaba la frase que titula ésta nota, no se porque disparatada asociación (etimológicamente, "disparatada", de disparate; no de disparo), comenzó a reprocharle a papá que los electrodomésticos funcionaban mal y que quería otros nuevos a cambio. Antes de que mi padre monte en cólera y la amenace con que le va a comprar no una licuadora eléctrica sino una silla eléctrica, yo distraje su atención cambiando de canal y sintonizando el fútbol por la Televisión pública.
Pero esta situación fue para mí como un disparador para opinar sobre la pena de muerte. Lo primero que se ocurre al respecto, es que los que quieren implantarla son los que a mayor distancia están de sufrir sus consecuencias. Como es lógico, ninguno de sus promotores mediáticos (léase, Susana Giménez, Mirtha Legrand, Cacho Castaña cuyo apellido lo delata, Tinelli, etc), necesitan salir a robar para sobrevivir ya que por su arte, ¿arte?, viven en nuestro país como si estuvieran en el primer mundo.
Otra gente que seguramente está a favor de la pena de muerte son los verdugos. Sin dudas, hay mucha mano de obra desocupada de esta especie desde que terminó la dictadura. Por si las nuevas generaciones los desconocen, les cuento que eran aquellos sujetos que al regresar a sus hogares, les decían a sus esposas, sin ponerse colorados y con total sangre fría, que las extrañaron y pensaron todo el día en ellas mientras cumplían con sus patrióticas tareas.
Otros individuos que también apoyarían la implementación de este castigo serían los curas. Indudablemente, se les abriría otra fuente de trabajo: el consolar a las víctimas. Actividad ésta que con gran eficacia y espíritu sacerdotal, desarrollaron también en los años nefastos de Videla y sus secuaces, y que luego perdieron con el advenimiento de la democracia.
Me imagino, entonces, que se podrían dar diálogos tan absurdos como los que siguen:
- Un cura le dice al condenado a muerte: "Vengo a traerte la palabra de Dios". A lo que el reo contestaría: "No hace falta, padre. En un ratito voy a hablar personalmente con él".
- Otro representante del Altísimo, pero algo más irascible, podría reprocharle al condenado: "¡Por tus delitos te vas a ir diréctamente a arder en el infierno! Pero debo preguntarte igual cual es tu última voluntad" "¡Qué me entierren con un matafuegos!"
PD: A los que est{an a favor de la pena de muerte, les dejo, sin cargo, un lema para su campaña: "Vive y deja vivir ... y al que no está de acuerdo, mátalo".
































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